Le sujet 2009 - Bac L - Espagnol LV2 - Compréhension écrite |
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Avis du professeur :
Il s'agit de bien montrer et analyser l'expérience de la narratrice. Rien de bien compliqué. |
(10
points)
1. Di si las afirmaciones
siguientes son verdaderas o falsas y justifica cada respuesta citando
el texto.
a.
Ramón solía pedirle libros a la narradora.
b.
Ramón y la narradora solían hablar de los libros que
leían.
c.
Los libros eran lo único que unía a Ramón con la
narradora.
2. ¿Dónde tenían lugar las charlas? ¿Con quién iba a presenciarlas la narradora?
3. ¿En qué se fijaba la narradora cuando veía a los escritores de las charlas? Cita la frase del texto que permite contestar a la pregunta.
4. Cita dos ejemplos que muestran que la narradora idealizaba a los escritores.
5. ¿Cómo juzgaba la narradora a los escritores que intervenían en las charlas? Encuentra cuatro palabras en el texto para calificarlos.
6. Valiéndote del texto, da dos elementos que indican cómo reaccionaban la narradora y su amiga al final de las charlas.
7. "Le pido demasiado a la literatura." Encuentra en el texto otro fragmento que permite justificar esta afirmación.
8.
Traduire depuis la ligne 33 ("Me
volvía...") jusqu'à
la ligne 37 ("... contra el
pecho").
Unos escritores demasiado humanos
. En
mi época de estudiante también sentí la llamada
de la literatura, dijo Ramón. Me
gustó
esa expresión: la llamada de la literatura. Ahora tengo poco
tiempo para leer, añadió. A
partir
de ese día se acostumbró a traerme libros. Eran libros
que había leído y le habían
gustado,
pero los ejemplares que me traía eran siempre nuevos, nunca
los de su biblioteca, los
5 que él había
manejado. No tienes que devolvérmelos, por supuesto que no,
son tuyos, te los
regalo, me decía.
Luego Ramón me preguntaba qué me había parecido
esta o aquella novela.
Para
entonces nuestra relación había empezado a languidecer,
y fueron esas conversaciones
las
que me mantuvieron unida a él un par de meses más.
. Asistí
a unas charlas(1)
sobre literatura. Iba siempre en compañía de Antonia,
que era la
10 que me informaba sobre las
características del orador: si era un novelista, un poeta, un
profesor, si de él podía
esperarse una intervención amena y brillante. Las charlas
solían tener
lugar en cajas
de ahorros(2)
y colegios mayores, y el momento clave venía al principio,
cuando
el conferenciante recorría
el pasillo precedido por el presentador, subía con mayor o
menor
desenvoltura los escalones
del estrado y ocupaba su asiento ante el botellín de agua y el
15 micrófono. En realidad, de aquellos hombres
y mujeres me interesaban menos las palabras
que
el aspecto, menos las ideas que la forma de comportarse. Tenía
idealizada la figura del
escritor.
Pensaba que los escritores eran unos seres instalados en un nivel
superior de la
existencia, personas
que tenían respuestas para todo y a las que me habría
gustado poder
acceder para
contrastar mis inquietudes y pedir consejo. Si un escritor no sabía
orientarse en
20 el laberinto de la vida, ¿quién
entonces? Por eso ese primer minuto era tan importante: porque
en él debía descubrir
los rasgos que revelan su genio. Estaba segura de que, si alguna vez
me
hubiera cruzado por la calle con
un escritor de los que yo admiraba, con Pasternak o con
Hemingway, una simple ojeada me
habría bastado para percibir su superioridad, una
superioridad que procedía de
la experiencia del dolor y de la habilidad para convertir esa
25 experiencia en arte.
Con
aquellos escritores de la caja de ahorros ese primer vistazo
resultaba siempre
decepcionante, y
sus palabras no hacían otra cosa que confirmarlo. Los
encontraba humanos,
demasiado
humanos: pequeños, miserables. Mencionaban títulos de
libros desconocidos
dando por
supuesto que todos los habíamos leído, y de vez en
cuando descalificaban a algún
30 que otro autor
clásico para darse importancia y situarse por encima. Con sus
barbitas
recortadas y sus gafas de
concha tenían algo de impostores, de charlatanes que
intentaban
vender frascos de
crecepelo y navajas suizas de varios usos... No, seguro que ni
Pasternak ni
Hemingway eran así.
Me volvía hacia Antonia y le decía al oído: "A
éste tampoco me apetece
leerle."
Y ella me lo reprochaba en un susurro: "¡Mujer, cómo
eres!" Antonia era de las que
35 luego, cuando
acababa la charla, se acercaban con su ejemplar y hacían
cola(3)
para conseguir
una dedicatoria. Yo
la esperaba a la salida. Ella se reunía conmigo al cabo de
unos minutos.
Llevaba el libro como
las colegialas llevan sus carpetas, apretado contra el pecho(4).
. (La
narradora, el 13 de mayo, escribió en su diario personal.)
40 Antonia
dice que en las novelas busco respuestas y lo que tendría que
buscar
son preguntas. Antonia también dice que le pido demasiado a la
literatura.
Ignacio Martínez de Pisón, El tiempo de las mujeres, 2003
(1)
Una charla : un débat
(2)
Una caja de ahorros: une caisse
d'épargne
(3) Hacer cola :
faire la queue
(4)
Apretado contra el pecho : serré
contre son cœur
(10
points)
1.
Di si las afirmaciones siguientes son verdaderas o falsas y justifica
cada respuesta citando el texto.
a.
Ramón solía pedirle libros a la narradora.
Falsa.
Ramón no solía pedir libros a la narradora. Al
contrario, él tenía por costumbre llevar libros que
había leído. (l. 3)
b.
Ramón y la narradora solían hablar de los libros que
leían.
Verdadera.
Ramón y la narradora solían hablar de los libros que a
él le habían gustado y que había regalado a la
narradora para que los leyera. (l. 4 y 5)
c.
Los libros eran lo único que unía a Ramón con la
narradora.
Falsa.
Ramón y la narradora tenían una relación, pero
ésta había empezado a languidecer, y las conversaciones
sobre los libros les mantenían unidos. (l. 8)
2.
¿Dónde tenían lugar las charlas? ¿Con
quién iba a presenciarlas la narradora?
Las
charlas tenían lugar en cajas de ahorros y colegios mayores.
La narradora las presenciaba con Antonia.
3.
¿En qué se fijaba la narradora cuando veía a los
escritores de las charlas? Cita la frase del texto que permite
contestar a la pregunta.
En
esas charlas la narradora, más que en sus palabras, se fijaba
sobre todos en “sus rasgos” (l. 21), su “aspecto”
y “la forma de comportarse” (l. 16) del escritor, miraba
si “subía con mayor o menor desenvoltura los escalones
del estrado”. (l. 8 y 9)
4.
Cita dos ejemplos que muestran que la narradora idealizaba a los
escritores.
La
narradora idealizaba a los escritores:
a.
Eran
unos seres superiores porque “tenían respuestas para
todo”. (l. 18)
b. Su superioridad procedía de “la experiencia del dolor y de la habilidad para convertir esa experiencia en arte”. (l. 25)
5.
¿Cómo juzgaba la narradora a los escritores que
intervenían en las charlas? Encuentra cuatro palabras en el
texto para calificarlos.
La
narradora se sentía muy desilusionada por los escritores, le
parecían seres
”demasiado humanos” (l. 27,
“pequeños”, “miserables”, (l. 28)
“impostores”, “charlatanes”. (l. 31)
6.
Valiéndote del texto, da dos elementos que indican cómo
reaccionaban la narradora y su amiga al final de las charlas.
La
narradora y su compañera actuaban de forma opuesta:
a.
La
narradora manifestaba su falta de interés de leer las obras
del escritor. (l. 33)
b.
Antonia
hacía cola para poder conseguir una dedicatoria del autor en
un libro y luego lo llevaba contra su pecho. (l. 35)
7.
"Le pido demasiado a la literatura." Encuentra en el texto
otro fragmento que permite justificar esta afirmación.
La
narradora esperaba poder:
–
conocer a alguien que sabe “orientarse en el laberinto de la
vida”. (l. 19-20)
– descubrir “su genio”.
(l. 21)
– “contrastar [sus] inquietudes y pedir
consejo” a los escritores. (l. 19)
- ver como “la
experiencia del dolor” puede convertirse “en arte”.
(l. 25)
8.
Traduire depuis la ligne 33 ("Me volvía...") jusqu'à
la ligne 37 ("... contra el pecho").
Je
me tournais vers Antonia et je lui disais à l’oreille :
"celui-ci, je n’ai pas non plus envie de le lire." Et
elle me le reprochait dans un murmure : "Tu vois comme tu
es !" Antonia était de celles qui après,
quand finissait l’entretien, s’approchaient avec leur
exemplaire et faisaient la queue pour obtenir une dédicace.
Moi, je l’attendais à la sortie. Elle me rejoignait au
bout de quelques minutes. Elle portait le livre comme les étudiantes
tiennent leur porte-dossier, serré contre la poitrine.